En el año 2008 en
Colombia se resalta el declive de una era marcada por la idea de ser el
país, por excelencia, productor y exportador del mejor café del mundo.
La crisis exigió un replanteamiento de la industria y del mercado
perdido en el exterior. Este problema se intentó resolver con una
estrategia simple: vender en el territorio nacional lo que no se vendía
afuera. En términos teóricos la estrategia era alcanzable, pero en la
práctica la venta a nivel nacional de café tipo exportación requería de
diferentes mecanismos para posicionar el nuevo producto. La estrategia
planteada exigió la paulatina y acelerada gourmetización de la bebida
dentro del territorio nacional, iniciando una transformación discursiva,
de marketing, que poco reviso sus raíces locales, pues el país ya era
consumidor, no del café tipo exportación, sino del café, qué por
defectos en sus propiedades, casi llego a ser de tipo
exportación. La idea de gourmetizar el consumo jerarquizo y estratifico
la bebida dentro de las diferentes ciudades, reprogramo las actividades
alrededor de la visita a los cafés y replanteo las actividades sociales
en su uso. Muy a pesar de que seguíamos trasladando algunas de estas
prácticas tradicionales a los nuevos espacios. Juan Valdéz fue el
símbolo de esa ruptura y del mismo intento de transformación, lo que
antes fue símbolo de productividad paso a ser un símbolo de consumo, de
estatus y de homogenización. El café de pasilla, previamente angular en
la crianza y la rutina de muchas familias de Colombia, paso a ser
declarado café de baja denominación, de pocas cualidades, subvalorado,
al igual que sus prácticas y formas de preparación. Esta dicotomía: la
tensión de las formas, de las preparaciones, de los precios, los sabores
y los usos, conviven en la actualidad. La estilización y refinamiento
en la bebida tipo exportación se instaló el consumo interno,
mientras la periferia del café se resiste a desaparecer y ejerce una
economía sin marketing ni objetos de souvenir: es de
subsistencia, de regulación corporal, de control de información social,
de efervescencias y aburrimientos laborales, de amoríos y previas
borracheras.
Casi Café es un recorrido íntimo y
profundo a nuestra relación como sociedad con el café, un ejercicio de
resistencia transitando la periferia, la noche y la intimidad cotidiana, valorando lo no patrimonializado ni institucionalizado por la cultura del
turismo. Una búsqueda por encontrar las apariciones de esta bebida en la
cotidianidad de 12 ciudades de Colombia: Barranquilla,
Bogotá, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Manizales, Medellín, Pasto,
Pereira, Popayán, Santa Marta, Tunja y los puntos entre las carreteras
que los conecta.